quiero tener un hijo.¿que tengo que hacer?
la infertilidad no tienen explicación. Sencillamente, una pareja sana que debería poder concebir, no lo consigue. Es la llamada infertilidad inespecífica y, afortunadamente, no es la más frecuente. A lo largo de la historia y sobre todo en los dos últimos siglos, se ha avanzado muchísimo en las razones por las que algunas parejas no pueden concebir. La identificación de estas causas es clave para tener éxito en los tratamientos de reproducción asistida.
Causas más comunes en el varón
rmatozoides por mililitro de semen, de los que al menos un 39% deben tener movilidad elevada, A y B (la movilidad del espermatozoide, proporcionada por la cola, se divide en cuatro grados: A, B, C y D; los dos primeros se consideran de movimiento progresivo) y al menos un 4% presentar una morfología perfecta.
Causas más comunes en la mujer
La edad superior a 35 años es el primer factor asociado a la infertilidad femenina. A partir de los 35 años, la disminución de la reserva ovárica se multiplica cada año, hasta que se alcanza la menopausia, o el cese total de la función ovárica.
Cuando una mujer no puede tener hijos suele ser consecuencia de la anovulación, cuando el óvulo no llega a ser expulsado del ovario. Esto puede suceder por una insuficiencia ovárica intrínseca (por causas genéticas o como consecuencia de la quimioterapia) o por alteraciones en la función de los ovarios secundarias a la regulación de un grupo de hormonas, las gonadotropinas.
Está demostrado que el estrés, la acción de algunos fármacos y la obesidad, entre otros factores, alteran los niveles de las hormonas más implicadas en la reproducción.
Pero hay mujeres que ovulan perfectamente y que, sin embargo, no pueden tener hijos. En estos casos, la infertilidad femenina se atribuye a factores tubáricos – peritoneales o problemas en las trompas de Falopio, que participan activamente en el desarrollo temprano del embrión y en su transporte a la cavidad uterina.
Las enfermedades de transmisión sexual, como la muy frecuente infección por clamidia o la gonorrea, están directamente asociadas a estos problemas. Otras causas son la enfermedad inflamatoria pélvica, las adherencias en esta parte del organismo y la endometriosis, una patología que duplica las posibilidades de infertilidad en la mujer.
El tercer gran grupo de causas de infertilidad femenina son los problemas en el útero. Desde alteraciones congénitas a miomas y pólipos, pasando por la exposición intrauterina a medicamentos, varios elementos pueden influir en un mal funcionamiento de este órgano y los consecuentes problemas de infertilidad.
Por último, los fallos en la migración de los espermatozoides explican aproximadamente el 10% de los casos de infertilidad femenina.
Lo más importante de la visita al especialista es que se estudie a la pareja. Un 30% de los casos es esterilidad por causa femenina, un 30% por causa masculina, un 25% por causa mixta y de un 15% se desconoce el origen.
El estudio de la mujer debe empezar con una completa historia clínica:la edad, los antecedentes reproductivos, el ciclo menstrual, el tiempo de infertilidad, los antecedentes médicos y quirúrgicos, el consumo de fármacos, la existencia de alergias, el consumo de tabaco, alcohol y drogas, así como los antecedentes familiares y la ocupación laboral.
El siguiente paso será la exploración física y ginecológica, que incluirá la determinación del índice de masa corporal (IMC), la búsqueda de signos de hiperandrogenismo y la exploración abdominal y pélvica. Lo que se busca, sobre todo, en la exploración física de la mujer es confirmar que existe la existencia de ovulación.
Al aumentar la edad de la mujer, disminuye la cantidad de folículos con capacidad de desarrollo y maduración, así como la calidad de los óvulos. Esto puede suceder también en una mujer joven por lo que, para averiguar el potencial reproductivo de una fémina, es fundamental establecer la reserva ovárica, lo que se hace principalmente midiendo los niveles de tres hormonas en los tres primeros días del ciclo: la hormona folículo estimulante (FSH), el estradiol y la hormona luetinizante (LH).
El recuento de folículos antrales y la medición de los niveles de otra hormona, la anti-mülleriana (AMH) son otros marcadores indirectos de reserva ovárica. La exploración física a la mujer también incluye la valoración del cuello de útero, que se hace en primer lugar introduciendo una cánula y, si esto no se consigue, a través de una cérvico-histeroscopia uterina y la determinación de la morfología uterina.
Para ello son necesarias pruebas diagnósticas como la ecografía transvaginal y la histerosonografía (un tipo de ecografía con infusión de suero fisiológico en la cavidad endometrial).
Sólo si se sospecha que haya alguna patología en la cavidad endometrial, el especialista prescribirá una histeroscopia o una laparoscopia, ambas pruebas de diagnóstico mínimamente invasivas que buscan, sobre todo, descartar dos causas de infertilidad femenina: la presencia de masas en el útero y las malformaciones de este órgano.
Otras pruebas que se suelen realizar son la detección en suero de antígenos frente a la clamidia, una bacteria responsable de una de las enfermedades de transmisión sexual más común y que puede causar patología tubárica.
En los hombres, las pruebas exploratorias son mucho menos numerosas y se reducen a una exploración e historia clínica. Para evaluar la proporción de espermatozoides, así como su morfología, movilidad, características físicas y químicas, se realizará un seminograma o estudio de una muestra seminal.
Además, se llevará a cabo una prueba de capacitación espermática, que consiste en un análisis de los espermatozoides tras separarlos del líquido seminal. Si la prueba arroja resultados negativos la primera vez, se suele repetir en un intervalo de alrededor de tres meses.
Una de cada siete parejas españolas sufre problemas de infertilidad. Afortunadamente, la ciencia pone a su disposición diferentes técnicas de reproducción asistida (TRA) que harán que muchas de ellas consigan el ansiado hijo. Sin embargo, en pocas ocasiones el tratamiento les sale gratis a los padres., ante esta situación, muchas parejas optan por acudir a la medicina privada. Sin embargo, no existe ninguna forma objetiva de escoger un centro mejor que otro. Aunque la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) publica en su página web un registro voluntario de resultados de centros, en el que figuran sólo los que voluntariamente quieren estar, un porcentaje
bastante menor de los existentes, los especialistas no creen que sea la forma principal de informarse.
1.- un centro reconocido oficialmente, Hay que fijarse en los recursos tecnológicos, la innovación, el número de profesionales…
2.-Debe disponer de todos los tratamientos de reproducción asistida, desde la inseminación artificial hasta la vitrificación de ovocitos
3.-Hay que mirar los resultados, la tasa de gestaciones que llegan a término.
4.-Otros datos como si el centro tiene el certificado de calidad ISO 9001 y si pertenece al programa de Sanidad Excelente Privada.
5.- asegurarse de que el centro tenga una baja incidencia de embarazo múltiple. «La calidad del centro la marca el evitar las complicaciones de las técnicas, y el embarazo
Y ahora… ¿qué?
Llega un momento en que una vez asumidoel problema nos preguntamos ¿Cuales son las opciones?
Inseminación Artificial
Es la primera técnica de elección en problemas de infertilidad pero, para optar por ella, se han de cumplir ciertos requisitos. La técnica, tan sencilla como su propio nombre indica, consiste en depositar semen capacitado dentro del útero de la mujer, a través de una cánula muy fina, por lo que el procedimiento es indoloro.
Está indicada, sobre todo, para las parejas con infertilidad por causa desconocida, así como para los varones con anticuerpos contra su propio semen, aquellos que se han sometido a una vasectomía y para mujeres con alteraciones en el moco cervical.
Para realizar una IA, es importante determinar el momento adecuado, que puede ser en el día de ovulación de un ciclo menstrual espontáneo o en el de un ciclo estimulado, es decir, provocado con medicamentos. La segunda opción es la más frecuente porque incrementa las posibilidades de éxito.
En este segundo caso, se hace una primera inseminación 24 horas después de que la mujer se inyecte la hormona HCG. La segunda IA se hará a las 48 horas. Previamente, el varón ha entregado una muestra de semen al laboratorio de la Unidad de Reproducción Asistida, que lo trata para concentrar en una pequeña cantidad de semen todos los espermatozoides móviles presentes en la muestra original.
En este procedimiento también se puede utilizar semen de donante, la opción ideal para parejas en las que no se puede utilizar el semen del varón porque carezca de espermatozoides válidos, lo que sucede, por ejemplo, tras algunos tratamientos de cáncer. También está indicado para varones que puedan transmitir alguna enfermedad a sus hijos (cuando no se pueda aplicar el diagnóstico genético preimplantacional) y para mujeres que no tengan pareja masculina.
La tasa de éxito de la IA es del alrededor del 45% tras cuatro ciclos (dos IA por ciclo), que es el número que se recomienda antes de optar por otras técnicas de reproducción asistida.
Fecundación in vitro (FIV)
Para conseguir que este procedimiento funcione, es recomendable estimular el ovario para conseguir que produzca más óvulos. Esto se logra con la administración de hormonas, que la mujer ha de inyectarse durante los 12 primeros días del ciclo, periodo en el que tendrá que acudir a la consulta varias veces para ver si se está completando adecuadamente la estimulación ovárica.
El siguiente paso consiste en extraer los ovocitos, lo que se hace con un procedimiento ligeramente invasivo, que requiere sedación en la mujer y una estancia en la consulta del especialista de alrededor de dos horas.
Una vez obtenidos los ovocitos, existen dos variables de la FIV. En la primera, la clásica, se incuban los espermatozoides con el óvulo para que se dé la fecundación. En la segunda, indicada para varones con pocos espermatozoides o de poca movilidad, se inyecta con una microaguja un espermatozoide óptimo (el mejor de la muestra) en el ovocito. Este procedimiento se conoce como Microinyección espermática o ICSI (de sus siglas en inglés).
Cuando se ha conseguido la inseminación de los ovocitos, se observa su evolución de cigoto a embrión durante tres días, aunque en algunos casos se espera cinco días antes de transferirlos al útero de la madre. La Ley española fija en tres el límite de embriones que pueden ser transferidos, para evitar embarazos múltiples. El resto se crioconservan.
Esta técnica también es apta para mujeres sin pareja masculina en las que haya fracasado la inseminación artificial de donante anónimo. Como en la primera, también se aplicará semen de un banco de esperma.
La transferencia embrionaria es un procedimiento absolutamente indoloro, aunque se recomienda a la mujer no hacer ejercicio intenso en las siguientes 48 horas. A partir de ahí, se busca la implantación del embrión en el útero, lo que sucede en entre el 40% y el 50% de los casos.
Donación de ovocitos
Cuando la mujer no tiene capacidad de producir ovocitos o cuando han fracasado otras técnicas de reproducción asistida, está indicado plantearse la donación de ovocitos. Al igual que la inseminación artificial o la FIV con semen proveniente de donante, en este caso son los ovocitos lo que no pertenecen a la mujer que pretende conseguir un embarazo. Está demostrado que el impacto psicológico de esta técnica es mayor que el de otros procedimientos de RA, por lo que muy recomendable que asesore un profesional.
En este caso, la donante tendrá que someterse a los mismos pasos de estimulación ovárica y extracción de los ovocitos que la mujer en la FIV. De forma sincronizada, el endometrio de la receptora es preparado mediante la administración de hormonas para que reciba a los embriones fruto de la FIV entre el semen del varón y los ovocitos de la donante.
Tras la aplicación de cualquiera de las técnicas más comunes de reproducción asistida es habitual que se prescriba progesterona a la mujer para favorecer la implantación del embrión en el útero. Esta hormona también se prescribe a mujeres que se han quedado embarazadas de forma natural y que han sufrido abortos previos o tienen riesgo.